Hipnotismo y (auto)sugestión


En la Antigüedad -y aún hoy en las llamadas tribus primitivas- los sacerdotes y médico-brujos se valían de la sugestión para manipular las conductas de las gentes así como aliviar muchas de sus dolencias. La sugestión es la base y fundamento de la hipnosis, técnica practicada ya por el alemán Franz A. Mesmer (1734-1815) -tenía un sistema terapéutico basado en la idea de la transmisión del fluido magnético animal (magnetismo)- y usada en el estudio de la histeria por el neurólogo francés Jean Charcot (1825-1893) quien influenció en el médico austriaco Sigmund Freud (1856-1939) y que a su vez la introdujo en su psicoanálisis. En la sugestión hipnótica -a la cual se llega rápidamente por medio de la relajación- el sujeto se halla predispuesto a obedecer los mandatos o sugerencias del hipnotizador quien no es más que un mero complemento para que se produzca tal fenómeno: depende sobre todo de la voluntad del sujeto el que sea hipnotizado y que pueda, sin habérselo propuesto conscientemente, por ejemplo, comer un bulbo de cebolla como si fuera una deliciosa manzana, o poner tan tensos los músculos de su cuerpo que pueda ser colocado como si fuera una tabla sobre los espaldares de dos sillas, o de realizar posteriormente determinada acción a determinada hora. Así que no es nada inexplicable el trance hipnótico salvo para que aquellos que desconocen su fundamento psicológico y que no pocas veces son víctimas de la propaganda de los hipnotistas profesionales que los presentan como teniendo poderes sobrenaturales. Recordemos que «en el país de los ciegos el tuerto es rey». Empezamos a recibir sugestiones desde que nacemos a través de nuestros padres y familiares (como la fe religiosa que es un tipo muy fuerte y arraigado de sugestión si se ha sido criado en una). Luego nos bombardean cotidianamente con ellas los medios de comunicación.

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